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LA OSCURIDAD
Me aproximo a la noche, con cada una de las manos, abarco cuerpos enteros, horas, temporadas y saltos. Saltos y precipitaciones, personas sentadas en ambos lados, yo con cacharros de palo, una conversación que aún no se terminó... bancos, costumbres, el organdí, pantalones, las piedras con las cruces que se movían, el sol allá en lo alto que se retira para que beban de nuevo los días y el verano.
Un día cruzando a lo ancho de la calle, un día que presidió desde lo otro montones de días que no eran él; como si al describirse, se le hubieran restado los fragmentos, como nunca feliz, ligando las alianzas, anfitrión de los sueños en los que, hasta el paisaje, era una misma nube que se extendía con tan sólo rozarla.
Más arriba, la esquina se dividía también convocando a los árboles entrelazados por tinajas, callejuelas, panes redondos bajo los brazos, tinteros, latitas de sardinas, calcetines y solemnes domingos. La esquina tenía oídos, farfullaba y se dejaba picar por las abejas.
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